Obras de arte perdidas regresan a GAM tras 52 años
Ante la presencia de autoridades y de la comunidad artística, GAM develó tres obras que hoy retornan al icónico edificio tras décadas de ausencia.
Las monumentales piezas de los artistas Mario Toral, Héctor Herrera y Mario Carreño fueron recuperadas de distintas maneras y podrán ser visitadas por el público de forma gratuita.
Cuando en abril de 1972 el edificio de la UNCTAD abrió sus puertas, 37 obras de artistas y artesanos lo habitaban, haciendo de él un espacio cultural único para la época. Murales, tapices y esculturas fueron protagonistas en sus muros hasta 1973. Tras el Golpe Militar, gran parte de la colección desapareció, desconociéndose hasta hoy su destino.
Este miércoles 3 de abril, después de 52 años y en una emotiva ceremonia, tres de estas creaciones fueron devueltas a su hogar gracias a la gestión del Centro GAM, que las recuperó en el marco de un aniversario más de la UNCTAD, permitiendo su reencuentro con el público. Una fue repintada por su propio creador, otra original restaurada minuciosamente y otra recreada por el discípulo del artista con los bocetos de su maestro.
Respecto a la relevancia que tiene el rescate de estas tres obras patrimoniales, Felipe Mella, director ejecutivo del GAM, explica: “Hemos trabajado mucho en relevar la colección. Recuperar estas obras es indispensable para volver a honrar el espíritu de tantos artistas que donaron obras en los años 70 para el edificio original. Este año nos llena de orgullo poder contar con tres obras más que podrán ser visitadas por más de 100 mil personas que visitan nuestro centro cultural mensualmente”.
“Más mejor cerrar los ojos” fue el nombre que le puso esta vez el pintor Mario Toral a su obra que desapareció en 1973 del edificio de la UNCTAD III. El artista de 90 años la realizó nuevamente este año, tras la promesa hecha por él tras el aniversario número 50 del edificio celebrado el 2022, oportunidad en que se reencontró con amigos artistas de antaño y con el propio edificio. Allí ofreció rehacer su creación y dos años después ya se aloja en el hall principal de GAM.
Se trata de una serie de rostros idénticos entre sí que parecen seguir al visitante con la mirada, los que ocupan cinco placas de madera de 1,50 m de diámetro pintadas con óleo opaco.
“Cincuenta años después, hay un elemento nuevo en esta obra: el cambio en los ojos. Es una elección de forma, pero también de sentido, ahora es como más brutal. Antes estaban en la sombra, ahora se nota la pupila. Podemos decir que son una invención nueva, no una copia, lo que es un consuelo”, dice su autor, Mario Toral.
Toral reconoce que “volver al pasado, es reconocer el presente, entonces el hecho que hay gente interesada en esto, es porque tiene un presente basado en el pasado y eso me ha dado conformidad”.
Otra de las piezas es «Manifiesto fraterno», de Mario Carreño (1913- 1999), una pintura de óleo sobre tela que también desapareció tras el golpe de Estado. En esta oportunidad, su discípulo de toda la vida, Juan Campos, había guardado los bocetos originales y GAM encargó su vuelta a la vida.
Campos comenzó su trabajo como ayudante de Carreño justamente con esta obra y cuando se le ofreció al artista exponer en la UNCTAD: “Para mí fue un privilegio cuando me invita a participar de este evento nacional tan importante, era un recinto que iba a ser para todos. Venir a ver este edificio, fue como ir a Versalles. Un Versalles moderno, un edificio que siempre se prometió para toda la gente. Y ahora esa misma promesa hace que volvamos a reconstruir esta mirada”, dice Juan Campos.
«Yo tenía como 4 años y me acuerdo haber estado mirando los mesones donde se estaba dibujando el mural. Mi padre era muy cuidadoso, los bocetos los hacía hasta que quedaban impecables y quedaron con color y lleno de anotaciones. Nosotros como fundación estamos muy felices de lograr cumplir el sueño de mi papá, que la obra hubiera quedado aquí, que se hiciera con el colorido que él quería, tal como se lo imaginó”, Mariana Carreño, hija del pintor.
“La obra de arte es igual que los seres vivos, ellos también sufrieron lo mismo que sufrió el pueblo, fueron desaparecidos. La obra va a seguir viva, eso es lo más importante y eso me tiene feliz, ya que he hecho algo importante, algo que se prometió y que se robó”, reflexiona Campos.
La última de las obras, de autoría de Héctor Herrera (1926-2007), fue restaurada con tintes originales encontrados en el taller del artista. El trabajo se logró gracias al financiamiento del Departamento de Obras de Arte de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas y estuvo a cargo de Marta Rebora y su equipo de la empresa Occitania Patrimonio. La creación de Herrera fue entregada en comodato a GAM por el MOP.
Paz Herrera, su hija, admite su emoción ante la recuperación: “Con mi familia estamos muy emocionados por el cariño que todos le han puesto a esta restauración. Muchos años estuvimos tratando de buscarla y no había nada de información. Cuando nos enteramos que se estaba restaurando, fue algo maravilloso, muy emocionante”.
“Fue un regalo maravilloso que nos permitieran acceder a los materiales originales con que Héctor Herrera hacía su obra. Y fue un desafío también poder enfrentar la limpieza del textil, porque lo hicimos en seco, pero aún persistían las manchas y decidimos lavarla. Finalmente, eso permitió recuperar la obra”, cuenta Carlos Sotelo, parte del equipo que la recuperó.
Las tres obras pueden ser visitadas por el público de lunes a domingo, de 9 a 22 horas y se ubican en el Hall del edificio A y en el piso -1 del edificio B.
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